Pensando en cómo y cuando les venía la inspiración a las mentes portentosas y a grandes artistas de todos los tiempos, me doy cuenta que desde luego, hay para todos los gustos y colores, ya se sabe que los genios son especiales.
Me los imagino rodeados de misticismo si son escritores o poetas y de ambiente bohemio si los pinceles son sus herramientas de trabajo. Pero todos tenían y tienen sus secretillos para el desarrollo de su ingenio.
Parece ser que las musas de Picasso tenían que llegar cuando el malagueño ya llevaba un rato calentando motores, cuando el arrebato artístico estaba en su apogeo, si no, las agraciadas de tan alto honor debían esperar a mejor momento.
Dalí no concebía la parte artística de su obra sin el interés por la ciencia. Desde joven, el de Cadaqués se inspiró en la física, en las matemáticas, en la biología o en la psicología para realizar sus obras. Los entendidos dicen que el artista estaba sobrevalorado, pero desde mi humildísima opinion, su genialidad bien mereció todas sus excentricidades.
Los músicos han preferido la madrugada para elaborar sus composiciones. Eminencias como Beethoven, Mahler o Schubert, ponían en marcha sus intelectos antes del alba, incluso alguno dormía de día y trabajaba de noche. Hoy en día también hay genios a los que sus composiciones salen de madrugones inspiradores.
Thomas Wolfe, ese niño perdido de la literatura americana, descubrió su numen una madrugada cuando se disponía a dormir: tenía que escribir desnudo. Se sentía fresco y preparado para escribir con fluidez y facilidad.
También el honorable estadista Benjamin Franklin, se levantaba temprano, en sus aposentos y sin ropa se dedicaba a leer y a escribir. Dicen que en esos otros “aposentos” suelen salir ideas fantásticas. Como le ocurrió al doctor Emmett Brown y su descubrimiento del “condensador de fluzo”.
Valle-Inclán tenía la costumbre de escribir en la cama y con lápiz. Molière leía sus obras a su criada y era ésta la que daba el visto bueno, si no era de su agrado, rápidamente quedaba tachado el texto y volvía a escribir otro.
Balzac se dedicaba a escribir sin descanso y sin orden. Era su criado el que cada mañana recogía las cuartillas y las llevaba a la imprenta. Allí temían el momento de poner orden a tan desbarajustado trabajo, menos mal que “La Comedia Humana” la conformaban 85 novelas y no 137 como el escritor había planificado.
Sin embargo, a las madres escritoras, escultoras, pintoras, poetas, la iluminación les llegaba, les llega y seguro que les llegará, cuando sus retoños duermen y pueden dejar fluir sus creaciones sin interrupciones domésticas. Al ingenio de estas mujeres no se les permite muchas extravagancias.
Bohemios, borrachos, egocéntricos, humildes, paranoicos, temerosos, elegantes, pobres, maniaticos...genios que dejan su huella en la historia y para la historia.
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