No resulta fácil extender los dedos hacia el teclado y que estos se muevan y den forma a los pensamientos. No resulta nada fácil.
¿Como se pone orden a unas reflexiones que ahogan de indignación? ¿Es posible expresar una ingente acumulación de intenciones, cuando todo se derrumba y que no hay forma de controlarlo?
Soportamos mentiras cada día. Unas son tan pobres e insulsas que no se les da importancia. Otras, las aceptamos con resignación, como un castigo divino que hay que cumplir.
¿Pero qué pasa con esas mentiras que golpean nuestra dignidad, esas a las que nos somenten por... incrédulos, por conformistas?
A estas alturas de siglo, no se puede doblegar a un país a tal represión, no se puede coaccionar la vida de cientos, miles de personas a las cuales la Constitución supuestamente ampara.
El derecho a la información no está reñido con el derecho a la manifestación cuando los derechos de los ciudadanos se ven amenazados, pero esto parece que no genera el suficiente interés para dedicar la portada de un diario o dos minutos en un informativo.
Vivimos mentiras y manipulaciones diarias, falacias vertidas sobre una población dispuesta a aceptar cualquier engaño, si con eso se alivia su maltrecha existencia. Manipulaciones que no sonrojan ni a la condesa consorte de Bornos, mucho menos a sus superiores más directos.
Con algo más de imaginación que nuestros antepasados cavernícolas, hacen de una marcha pacífica, el campo de batalla más grotesco que se halla visto a causa de infiltrados radicales, que nada tienen que ver con cualquier manifestación ciudadana.
En directo, en diferido, por televisión, con teléfonos móviles… todo sirve para dar cobertura a unas imágenes que distorsionan la razón de ser de una movilización masiva: LA DIGNIDAD.
La dignidad de un pueblo saturado de deudas y recortes, sacrificado como un cordero por el bien de una minoría empachada de nostalgia.
Dos nubes sobrevolaban la manifestación: un duelo y un mal llamado deporte.
Alguien ha dicho que la vida ha sido piadosa con el expresidente Suárez al quitarle la conciencia y no ver qué está pasando, pero por lo visto ese mal de la inconsciencia afecta a una parte importante del país.
El otro sector aquejado de una desorientación de principios, está más preocupado por si unos señores se disputan la tenencia de un trozo de cuero lleno de aire y por el que cobran una monstruosa y vergonzosa fortuna.
Estas dos cortinas de humo han conseguido que una protesta ciudadana pacífica y con una afluencia histórica, pase de puntillas y con escasa repercusión en los informativos, porque desgraciadamente la dignidad de las personas no es relevante.
La foto es de aquí.