Hay un lugar donde puedes alejarte de todo, sin ir lejos. Ese lugar no tiene grandes cascadas de frías aguas cristalinas. Tampoco tiene interminables prados verdes salpicados de pequeñas flores multicolores.
Hay un lugar muy cercano a mí, y a tí, que deja respirar. Si voy allí, mis piernas notaran la ligereza del anhelo y la tibieza del esfuerzo. Allí mis dedos pueden asir un leño que apoye mi cuerpo.
Hay un lugar que no tiene perpetuos mantos blancos, ni falsas estampas idílicas eternas en el tiempo. Ese lugar carece de pieles muertas que envuelven el cuerpo, extendidas sobre cómodas poltronas de diseño.
Hay un lugar en el que si quiero, el tiempo se detiene. Me busco, si lo necesito. Me pierdo, si puedo. Me encuentro, me miro… me elevo.
Hay un lugar cercano que tiene el fuego del sol, la luz de la luna, el aroma del romero. El olor del tomillo, la fragancia del pino, el color del cantueso.
Hay un lugar donde puedo gritar hasta que mi voz se pierde entre rocas grises, volteando el eco hasta desaparecer en el tiempo.
Hay un lugar que vierte sus aguas hacia dos luceros. En uno, vi mi primer destello. En otro, viven mis dos amores eternos.
Ven conmigo a un lugar donde nos acariciará el viento, nos llevará por una vereda blanca y si no quieres, nuestros pies no saldrán del sendero.