Escribir bien no solo consiste en no cometer faltas de ortografía. El orden de las palabras es tan importante como el conocimiento de las reglas gramaticales, la ambigüedad y el doble sentido pueden confundir. También pueden provocar atención, que suele ser motivo esencial en escritos y discursos políticos.
El hipérbaton es muy utilizado en entornos gubernativos invirtiendo palabras a conveniencia, que en otras circunstancias no serían aceptables. Pero no todos tenemos facilidad para tergiversar palabras o alterar su orden, más que nada por decoro moral.
La metonimia de Edward Bulwer-Lytton, que luego se haría más famosa en boca del padre de Indiana Jones de que “la pluma es más poderosa que la espada”, es totalmente cierta, pero hay que saber utilizarla, percibir cuándo emplearla, intuir dónde usarla y dominar como aprovecharla. Pero sobre todo hay que aplicarla con responsabilidad.
No es igual, por ejemplo, decir “Organizar una fiesta”, que expresar “Colaborar en una fiesta”. Se ve claramente la diferencia en estas frases tan simples. En la primera la implicación de poder, como verbo de mandato, lleva implícita una orden, una imposición. En la segunda nos topamos con una alusión a una posible ayuda, deseada o no, pero en cualquier caso libre de elección. En ambas expresiones el orden de las palabras es de vital importancia, ya que se puede caer en incongruencias dialécticas.
También es importante quien pronuncie las frases. En algunos casos puede ser la misma persona, con distancia temporal. Se tiene en cuenta si conviene que la organización sea llevada como dominio o sometimiento, y si la colaboración se pretende como subyugación o como fraternización. La tendencia al movimiento cambiante del orden de las palabras llega a ser indecente, en terminos linguisticos, claro.
En una frase, con fondo político, también se emplea con frecuencia la elipsis, así se ahorra el tener que poner nombre a algo incómodo que puede traer consecuencias negativas para un futuro sufragio que haga parecer memo al orador y confundido al oyente.
La cuestión es que como siempre, la repetición de las palabras aún siendo inciertas o el orden que se les de para lucramiento político, acaban por parecer ciertas y es ahí donde hay que prevenir al respetable de la manipulación a la que es sometido, teniendo claro que no importa la importancia de lo importante, sino lo que hace que importe lo importante.