No me quiero ni imaginar lo que haría el señor León de la Riva, si un día entrase en un elevador y se diera de bruces con un ángel de Victoria's Secret.
Ya sabemos que esos magníficos querubines de medidas espectaculares son osados, y estoy segura de que no podrían resistir la tentación de abalanzarse sobre tan arrollador burdégano -que me disculpen los equinos- y quitarle la ropa cual posesas sicalípticas.
El santo varón se encomendaría a todos los apóstoles y vírgenes a los que sus compañeros de partido recurren cuando algo va mal, suplicando que le dejen intacta su hombría, prometiendo rezos y oraciones en honor a su salvador, ya que si fuese salvadora no sabemos si también usaría malos actos.
¡Ay ese objeto de deseo llamado sostén!
Ese artilugio infernal creado para que el hombre peque o para que sea atacado. Es lo primero que desaparece cuando hay una seducción o una agresión, dos actos a cual más impúdicos.
Uno, porque la mujer lo utiliza como una de sus más poderosas armas para atraer a un futuro amante. Lo que en un principio se utilizaba como una prenda higiénica, con los años se ha convertido en el más turbador y cautivador de los atavíos sexuales.
Y dos, porque esa prenda maliciosa, hace que un hombre pierda la cabeza y solo piense en su satisfacción más primaria, la cual tiene todo el derecho de saciar, por supuesto. Es la continua exhibición y provocación de la mujer la culpable de llevar a extremos agresivos al individuo, con lo que queda exculpado de cualquier arrebato lujurioso, ya tenga tintes legales o ilegales.
Dejando a un lado la ironía, porque algunas veces con un problema como este, la alucinación toma un cariz alarmante, la desprotección de la mujer ante una agresión sexual, es una cuestión social, no sólo de la agredida. Todos somos responsables de que halla insidiosos -no se permiten otros adjetivos más explícitos- que se creen con derecho a la vulneración de los más elementales derechos humanos, por el simple hecho de ser hombre y haber nacido con ese privilegio.
Puede ser cierto que el problema sea la falta de educación, ¿pero de qué enseñanza estamos hablando, la del sometimiento de la mujer ante el hombre, la de la supremacía del hombre ante la mujer en cualquier ámbito social, la falta de igualdad de género, la disculpa reiterada de la Iglesia ante actos machistas, la esclavitud sexual de millones de mujeres de todas las edades en todo el mundo, la falta de consideración de cualquier dogma por la mujer, lo fácil que es desprestigiar a una persona por su género?...
La solución no es ir armada con un silbato, ni decir que el recato es la mejor prevención ante una posible agresión sexual o pensar “ella se lo ha buscado”. Pero, ¿que ha buscado la mujer, la cosificación a la que es sometida ya no solo por el agresor sino por una sociedad condescendiente ante actos machistas?
Creo que me voy a replantear muy seriamente usar ropa interior que pueda enaltecer la libido de algún miserable, no vaya a ser que por mi culpa halla una condena injustificada. (Notese la ironia).
La imagen la he sacado de Pixabay.