Tenemos un país de contradicciones, incongruencias y desigualdades, que si no ponemos remedio irá a más.
Un país que igual gana estrellas michelin, indicativo de tener las mejores cocinas del mundo y que sin embargo, hay personas que mueren por carecer de alimentos.
También tenemos un gobierno que dice que el país está saliendo de la crisis, pero que el número de desempleados no disminuye, incluso en determinados momentos estacionales aumenta.
Hay discrepancias y críticas hacia las subvenciones para la realización de acciones de formación profesional para el empleo, subvenciones para grupos de desarrollo, incentivos para el fomento de la innovación y el desarrollo empresarial, incentivos a proyectos de investigación, ayudas y becas para estudiantes, etc.
Estas ayudas están dirigidas a la mejora de un país en crisis y con una terrible carencia de formación para jóvenes y personas en riesgo de exclusión social. Si se priva a la población de estos apoyos, estaremos contribuyendo al empobrecimiento de formación y autogestión del país.
Es fácil desprestigiar iniciativas de ayuda que no les hace falta a los críticos de estos derechos que la población reclama. Sin embargo, nos olvidamos de las familias que viven de “subvenciones”, que por supuesto, salen de los presupuestos del estado y que les permite una vida de lujos y desenfrenos… para colmo no aportan nada al país. ¿O es que una familia llamada Real tiene más derechos que una que, afortunadamente, vive de su trabajo? ¿Porqué de nuestros impuestos se les subvencionan para que tengan un estatus en la sociedad nacional e internacional, cuando el país al que “representan” está saturado de impuestos, recortes y congelaciones de salarios?
De estas dádivas no se habla, y no es cualquier ayuda... Con el subsidio que se les concede, vivirían muchas familias españolas durante bastante tiempo. Para colmo de males, intentan camuflar estas subvenciones bajo el nombre de sueldos. Última gran idea de los responsables de la Casa del Rey.
Si hablamos de los otros afortunados, ya la indignación llega a extremos delirantes: los banqueros. Esa raza de hombres que están por encima del bien y del mal, quizás más cerca del mal. Los intocables. Ellos reciben subvenciones europeas para que sus empresas no arrastren, cual tsunami económico, a empresarios y políticos dispuestos a vender su alma al diablo, o a Angela, para que sigamos pagando sus pecados los parias de una sociedad capitalista y de consumo desmesurado.
La España que costó tanto guiar hacia una democracia, está al borde de un terrible retroceso. La España que alardeaba de tener una clase media, sin grandes diferencias sociales, vuelve al abismo entre pobres y ricos, vuelve al silencio impuesto por gobernantes que no atienden a sus ciudadanos, los sacrifica por el corrupto poder que genera una mal interpretada mayoría de escaños.
La apatía que aqueja a este país, sólo se puede evitar con el interés de un bien común: la libertad y la igualdad de todos los ciudadanos.
La foto de es de Wikipedia.