Hay decisiones que a lo largo de la vida debemos tomar por muy difíciles o dolorosas que sean. Nadie puede hacerlo por nosotros..., por nosotras.
La historia no ha colaborado mucho en la protección a la mujer, más bien al contrario, siempre ha estado dispuesta a poner trabas a su desarrollo como persona.
No es mi intención caer en el victimismo, mi propósito al escribir este artículo es lanzar un grito, un indignado, doloroso y reivindicativo grito de guerra.
Una mujer se tiene que enfrentar a muchas adversidades en la vida, igual que un hombre, la diferencia estriba en el poder del varón para tomar sus propias decisiones, sin tener que rendir cuentas a “casi” nadie.
Por desgracia para la mujer siempre ha estado sujeta a algún hombre para tomar cualquier tipo de resolución. El porqué es un misterio para mi. Sí, ya sé que la tradición o la cultura son las excusas perfectas para encubrir el dominio del macho sobre la hembra. El enigma está en cómo hemos podido llegar a estos extremos, otra vez.
La Maternidad es algo tan importante en la vida de una mujer, que es la persona adecuada para saber qué decisión tomar, puesto que es su cuerpo el vehículo para tan prodigioso viaje. E igual de trascendental es afrontar o rechazar esa responsabilidad.
Es curiosa la magnitud que toma la palabra embarazo cuando hace alusión a la maternidad, sin embargo, tan gloriosa palabra tiene otras muchas connotaciones que nada tienen que ver con tan deseado acontecimiento del alumbramiento de un nuevo ser. Turbación, inconveniente, impedimento… Pero es la palabra aborto, la maldita.
Se necesita la misma valentía para llevar un embarazo hasta el nacimiento de un hijo, como para tomar la resolución de interrumpirlo. Pero eso es algo que sólo la mujer tiene la potestad de decidir.
Ningún ser supremo se atrevería a juzgar a una persona por decidir qué hacer con su cuerpo, mucho menos lo tendría que establecer un mortal con aires de grandeza, que creyéndose juez y verdugo se atreve a menospreciar el poder de determinación de la mujer.
Un hombre que empequeñece a su género y a toda la condición humana, no se sabe muy bien porqué. ¿Será para calmar su conciencia o por el placer de imponer sus creencias?
La cuestión es simple y directa: Aborto o embarazo, la mujer decide qué quiere hacer.
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