Con la elegancia que las caracteriza, iban de la mano María Dolores y Soraya por la Plaza de San Pedro, en la otra mano supongo que llevaban el rosario.
Una, con mantilla y peineta, que ella es muy de iglesia y folclore y eso se nota, la otra, algo más sobria, solo adornaba su vivaz testa con un manto, eso sí, de un negro fino encaje de Bruselas.
El responsable de este extraordinario acontecimiento, no es otro que el venerado San Juan de Ávila.
Un hombre conocido por su austeridad que si se topara con las damas españolas, derrochando encanto y peculio de todos los españoles, estoy segura que intentaría llevarlas a una vida más espiritual, como ya hiciera con Sancha Carrillo allá por el año de nuestro Señor de 1556.
Sólo que ahora estamos en el año de gracia de 2012 y nuestras representantes políticas, parecen salir de un documental informativo del NODO o de una película de Berlanga. Y esa es la imagen que dan en el exterior: la España más rancia y retrógrada de iglesia y mantillas.
Pero algo bueno tiene que tener tan soberbio evento, ya que parece que como buenas cristianas han dejado de lado sus desavenencias -¿políticas?- para postrarse ante el Santo Padre y pedir perdón por sus pecados. Igual hasta le han pedido a Su Santidad que oficie sus bodas, como dios manda, que ahora están en pecado y amancebadas.
Mientras los españoles no sabemos como pagar tantos impuestos ni soportar tantos recortes, las representantes del gobierno se van de fiesta -al menos no es pagana- y no se preocupan porque saben que ya pagamos nosotros, todo lo que ellas necesiten por tierras vaticanas.