He visto circulando por las redes un fotomontaje preocupante.
El desasosiego no es otro que el mensaje que lleva implícito y explícito, una imagen distorsionada y relacionada, supuestamente, entre una urna y una máquina manual de hacer chorizo.
Podría tener gracia tal montaje si no estuviéramos comparando un estado democrático, como es el español, con la corrupción política que sufre el país desde hace años.
La señora ministra de fomento, en funciones, llegó a decir a los periodistas, en un sincero lapsus, que la honradez es incompatible con la política. Un desafortunado desliz muy habitual en tiempos de renuncias e incapacidades.
Lo cierto es que con el ingente número de casos de corrupción que asola España, cualquiera puede hacer cábalas de porqué este desmesurado amor a lo ajeno, más si lo sustraído es del pueblo y quien lo sustrae es un representante público.
Pero de ahí a cortar con la misma vara de medir a todos, no es justo, ni real, ni sano.
Por dos motivos.
Primero porque generalizar no es de sabios, no se puede decir que todos los politicos sean corruptos, porque no es cierto. Gusta de pensarlo así por el bienestar de nuestra conciencia, pero entonces estaríamos incurriendo en un delito, al menos moral: el de hacer un juicio que no nos corresponde.
Y segundo porque eso es lo que quieren que pensemos y hagamos: perder la confianza en las urnas, cuando es el derecho al voto, libre y democrático, lo que nos permite mantener un estado de bienestar.
Es cierto que podemos y debemos pensar, el deplorable e indigno espectáculo que el primer partido político, con gobierno en funciones incluido, nade en un mar de corrupción, sin la menor intención de autosanción, dimisión o de reconocimiento de unos inaceptables hechos delictivos, con el agravante de que cualquier ciudadano, sin relación con la política, ya estaría pagando sus descontrolados delitos, como puede ser el robo de un artilugio tan peligroso como una bicicleta.
Es lamentable que sólo copiemos a nuestros vecinos europeos en la lucha por despejar de refugiados sirios el suelo europeo, pero no imitamos la prontitud de las dimisiones de los políticos ante un caso de corrupción.