La inexpresión de Cristina de Borbón ante el juez, ha llenado y llenará multitud de páginas, escritas y digitales.
Acostumbrada a que papá se lo solucione todo, se encuentra con que la realidad no es rosa, al menos no un rosa fucsia, lo dejaremos en un rosa pálido para ella.
La capacidad de inacción de los músculos faciales de la duquesa, unido a la impavidez de su mirada, la hacen casi inhumana. Digo casi porque parpadeaba cuando los ojos se le quedaban sin lubricación suficiente de tanto aguantar para no mirar la foto que presidía la sala.
La rabieta que soporta desde que fue imputado su señor esposo, tiene que ser de órdago, ya que ella, toda una “Grande de España”, se encuentra en una situación cuanto menos inusual en el reino de los Borbones.
Los privilegios de los que ha disfrutado por el simple hecho de nacer en familia de alcurnia le son retirados, su familia la excluye de los actos públicos, tiene que pagar una cuantiosa multa y se tiene que exiliar, que no emigrar.
Con familia numerosa, casa en venta, trabajo, juicios… no es de extrañar que su rostro no muestre la menor emoción, lleva años ensayando.
Su faz también exhibe la soberbia de creerse y saberse inmune ante sentencia alguna por cualquier delito, porque aunque nos lo repiten hasta la saciedad, la ley no es igual para todos, por mucho que nos empeñemos en creer que sí.
Quizás sea un paso importante el hecho de que haya sido imputada, pero lo realmente trascendental vendrá en las próximas sesiones judiciales, cuando veamos para qué sirve la fiscalía, si para defender los intereses del pueblo y centrarse en las atribuciones que le corresponden, o para defender a la persona implicada en un delito, por muy Infanta de España que sea.
Primero fue el encoñamiento disfrazado de amor, después la rapidez del casorio y la celeridad de la descendencia. Al parecer ella lo quiere todo para ayer y sin obstáculos. Y cuando todo era dicha y perfección, llegan las consecuencias “reales”, donde la realidad les da de frente.
Vamos a tener que recurrir a aquella copla de Cecilia que decía: “Dama, dama… de alta cuna y baja cama, señora de su señor…”
La foto es de aquí.