La alondra ha sido la primera en llegar. Despierta con su pintoresco canto a la mañana azul y luminosa del Llano.
Poco a poco se desentumece el sueño invernal y la actividad agrícola cobra vida. Los mastodónticos tractores, ruedan por los carriles camino de los motores para arar y remover la tierra, que ha de respirar antes de la siembra. Se oyen en un cansino ir y venir, levantando con sus grandes dientes de acero, el fértil légamo, en un ritual que durará varias semanas.
¡Oh el gran astro brillante, cómo calienta la tierra y la sangre!
Como los caracoles después de la lluvia, así salimos buscando el calor y la luz de la primavera. Nos dará color a la cara, pálida tras meses de ausencia luminosa y vida al cuerpo, en un esperanzador despertar de los sentidos.
Las abandonadas eras de piedra, con un manto verde y violeta de pequeños lirios silvestres o las minúsculas orquídeas lúteas, te invitan a retozar, a dejar volar la imaginación olvidando todo lo que no sea el placer del intervalo perezoso antes del trajín veraniego. Nos deja ser conscientes de nuestra propia inconsciencia, aletargada durante meses.
La eclosión de la naturaleza en estado puro, que tenemos el privilegio de vivir cada año, siempre sorprende por algún motivo distinto, aunque invariablemente sea el mismo, aunque sea la misma luz brillante o la misma calidez. Esa luz, esencia de la vida.
¡El olor! Mil maneras de percibir las fragancias de la tierra. La felicidad que parece que te empuja a querer estar despierto y a la vez dormido oyendo la respiración de la hierba. La primavera enloquece y adormece entre el perfume de la flor del lilo y la hierba dulce.
Ya se ven espaldas inclinadas sobre los surcos de la tierra. Ya se mueve la vida entorno al bendito cultivo, rey de la subsistencia del Llano.
Si la calma es absoluta puedo oír el zumbido de millones de abejas pululando en un incesante vuelo, solo interrumpido para impregnar de polen su peludo cuerpecillo, que luego irá soltando en las siguientes paradas florales.
Las acacias cargadas de racimos desprenden un intenso olor dulzón. El sauco con multitud de florecillas blancas, los rosales multicolores, los álamos que sueltan algodoncillos que vuelan buscando donde posarse... Hasta los grandiosos cardos son bellos en esta época.
La ancestral Festividad de los Mayos, será la que marque el cambio definitivo a una nueva etapa, cíclica y cambiante, donde una profusión multicolor, alegrará la vista de cuantos disfrutan la primavera en todo su esplendor.