Nos encontramos en un momento del sueño en el que no sabemos si despertar o seguir durmiendo eternamente. Todo dependerá del ritmo circadiano que marquen la urnas.
Atrapados en una alucinación hipnogógica desde hace cuatro años, con un alarmante retroceso sensorial en la estabilidad social, adquirida durante un largo proceso evolutivo democrático, el estado REM parece que se altera entre bandazos a izquierdas y a derechas. Aunque más bien parece que las diestras son siniestras, cambiando el género.
Estos ritmos circadianos, que tienen al país ante una aparente regeneración por posibles células endógenas de reciente formación, hacen posible que individuos que antes no participaban en la oscilación libre y espontánea de la democracia, cambien el ciclo ambiental para sincronizar el ensalzamiento de estas células con influencias exógenas.
La periodicidad de estos fenómenos naturales que resurgen de entre doctrinas establecidas, excluidos por rencor hacia su ineficacia, usan el heliotropismo admirativo hacia el líder, como la reacción e inclinación hacia movimientos giratorios sin tener conciencia de que la orientación será temporal e incierta.
Los ciclos circadianos de la democracia se formaron para proteger el ADN de una sociedad en peligro de extinción a consecuencia de la falta de libertad y actividad cerebral reprimida durante años.
Estas actividades cerebrales reprimidas, hacen posible que conductas esenciales para el mantenimiento de la especie, fortalezcan el hipotálamo social, consiguiendo organizar la conducta de la población y preparandola para un despertar ansiado.
Pero la destrucción o el retroceso en la estructura democrática, puede llevar a la desaparición del ritmo circadiano plural e independiente del que ahora gozamos.
Sin embargo la adaptación al cambio del ciclo no necesita más de cuatro años, los necesarios para que no haya alteraciones negativas como la desorientación o la indecisión, que repercuten en el aprovechamiento de células exógenas con memoria de gloria retroactiva y alimentada por movimientos agresivos.
Puede que la solución llegue con las alucinaciones hipnopómpicas, donde la parada de la pesadilla no sea anómala, más bien al contrario, deseada. El desentumecimiento que necesitamos está en la periodicidad del tratamiento que se realiza en las urnas.
La eficacia puede aumentar o disminuir según el nivel de realidad subjetiva de cada votante.