Ya es tarde para parecer alarmista. Con los datos y con los acontecimientos que actualmente tenemos y vivimos, con una situación de crisis económica y política de la cual no hay indicios esperanzadores de una pronta solución, puede parecer que volvemos a otras épocas donde el absolutismo, la corrupción y los privilegios de determinados factores de la sociedad, hacen inviables acuerdos en los que todos salgamos beneficiados sin desigualdades colectivas.
Remontándonos a 1789 en la Francia de Luis XVI, encontramos similitudes con la actual situación española. Salvando las distancias, que pueden ser considerables, es cierto. Pero para que la historia no se repita, es necesario recordarla. Vamos a rememorar tiempos pasados, que nos refresquen la memoria y no caigan en el olvido.
Los inicios de la Revolución Francesa tuvieron lugar por la pervivencia de una sociedad estamental que mantenía los privilegios a la nobleza y al clero, a costa del sufrimiento del resto de la población.
Los graves problemas que aquejan a España son consecuencia de muchas causas arrastradas a lo largo de la historia y que no han tenido la resolución esperada. El antiguo régimen francés - similar al español - también está presente en nuestro país. La sociedad estamental mantiene los privilegios a las altas esferas de la sociedad: las grandes fortunas y la Iglesia. No ha cambiado la historia a pesar de los años.
La crisis económica se agudizó en 1780 en el país galo. Afectaba especialmente a los precios de los productos básicos como el pan. Hubo rebeliones contra el clero y la nobleza a los que el pueblo acusaba de especular con el trigo.
El sector agrícola en nuestro país, vive desde hace años una situación constante de incertidumbre ante los bajos precios de sus productos en origen que, sin embargo, disparan su coste en las grandes superficies y demás centros de alimentación. Igual ocurre con la pesca, el transporte o la construcción. Amén de las minas o factorías de cualquier tipo.
El déficit de la Hacienda aumentó en Francia por los gastos de la guerra americana. Los privilegiados no pagaban impuestos, por lo que todo el presupuesto caía sobre la burguesía y los campesinos.
La actual crisis económica afecta a los productos más básicos como la sanidad y la educación. Se incrementan las tasas universitarias; se deja sin cobertura sanitaria a una parte de la población, principalmente a inmigrantes y personas sin recursos; y los productos alimenticios se encarecen llegando a ser considerados artículos de lujo.
Las grandes fortunas no pagan impuestos, o éstos son reducidos, con lo cual se exprime al máximo a la pequeña empresa y al obrero, con cargas tributarias excesivas que le llevan al borde de la pobreza.
Luis XVI fue perdiendo apoyos entre el pueblo, que no veían avanzar la reformas, y también entre los privilegiados que temian perder poder ante el avance de ideas de la Ilustración. La imagen de la realeza y la de los políticos era cada vez peor, por los despilfarros y la vida lujosa.
La situación política española, al igual que en aquella Francia de la pre revolución, pierde credibilidad a causa de los innumerables casos de corrupción de los políticos a cargo de ministerios, diputaciones, alcaldías y presidencias comunitarias. La monarquía también está en el punto de mira del pueblo al haber miembros de la familia real imputados por los más variados cargos de corruptelas. Se llega a la abdicación real y a un reajuste en los presupuestos en la Casa del Rey. Parece ser que no se podrá conseguir la supresión de dicha entidad de la que es muy cuestionable su utilidad.
La propagación de nuevas ideas ilustradas, nacidas de las manifestaciones populares; la crisis agrícola a causa de los bajos precios en origen; el poder de la banca que ocasiona el empobrecimiento de las familias al no poder hacer frente a los pagos de las hipotecas;
Desahucios, hambre infantil, inaccesibilidad a estudios superiores por falta de recursos económicos, trabajos precarios, bajadas de salarios, subidas de impuestos; corrupción política, retroceso en los derechos más fundamentales, incompetencia del gobierno...
Quizás sea el momento de plantearnos si necesitamos si no una revolución, al menos un revulsivo que termine con la toxicidad que aqueja a este país hastiado de tanto envilecimiento de altura. ¿Necesitaremos un Robespierre incorruptible o será pedir demasiado?.