Que España sea un estado aconfesional, a pesar de los acuerdos que pueda tener con la Iglesia Católica, lo inhibe al menos por ética, de realizar acciones de carácter religioso en cualquier acto institucional.
Una persona o grupo de personas, sin una creencia religiosa, no tienen por qué sustentar una actividad estatal, donde se oficie una ceremonia de una determinada doctrina.
Nuestro país, según para qué se solicite una expresión u otra, es laico o aconfesional. La disimilitud está en el acuerdo que en 1978 el estado hizo con la Iglesia, cuando se estaba gestando nuestra Constitución. Este convenio se realizó bajo la influencia de muchos años de un catolicismo intenso y poderoso, el cual no se podía obviar. Aún hoy, esa profunda fe que acaparó la vida española durante 40 años, se palpa en una sociedad que intenta desunir vida política y social de la vida religiosa.
Los credos se reservan para la parte más personal y privada de una persona. Las creencias religiosas, no deben inmiscuirse con la vida social y laboral, ya que son parcelas totalmente distintas en la actividad general.
No tiene lógica que en un estado secular, se inaugure un año académico con un rito religioso. O que un medio de transporte, inicie su andadura cuando un religioso bendice su futuro. O que un grupo personas sin intereses comunes políticos o religiosos, tengan que ceder a la obligación de asistir a un día de convivencia y que este inicie con un acto religioso.
El respeto que merece una doctrina y la persona que la práctica, hace que se deba tener la misma consideración hacia otra persona que ejerce el derecho a una vida sin intereses doctrinales.
La imposición de ceremonias religiosas en un país aconfesional, falta a la tolerancia que piden muchos ciudadanos por su derecho a la libertad de creencias, o ausencia de ellas.
Sin entrar en un pragmatismo que minusvalore sentimientos, es razonable que esos mismos sentimientos espirituales de cada individuo, den cabida a la reflexión del derecho a la libertad personal y religiosa.
El continuo hostigamiento religioso encubierto al que se somete a la población haciendo de la Iglesia Católica el paradigma de la salvación de la humanidad, puede llevar a la sedición ciudadana, por la falta de independencia que el gobierno parece tener, pues ante todo, España es un estado aconfesional y laico.
Y es que yo creo que entre sus muchas competencias, no entran las de guia espiritual... ¿o sí?