La noticia ha causado cuanto menos sorpresa en medio mundo: “Pope renuntiantis” o lo que es lo mismo: “El Papa ha renunciado”.
La consternación ha sido explícita incluso en los más allegados al Santo Padre, no se esperaban tal decisión.
Según el señor Lombardi “Ninguna enfermedad ha hecho renunciar al Papa”, entonces, ¿que ha llevado a un hombre con el poder de Benedicto XVI a tomar tan drástica determinación?.
Desde que Simón Pedro se iniciara como primer Papa de la Iglesia romana hasta nuestros días, muchos han sido los hombres que han ostentado tan alto cargo. Alto, honorable, poderoso, a veces demasiado poderoso, y también a veces desatinado.
El actual guía espiritual católico dice “sentir el peso de la tarea” y que lo deja “por el bien de la Iglesia”.
La persona que dijo que “la teología es una ciencia” o que preguntaba “¿dónde está la verdad?”, ha llevado una vida dedicada al recogimiento y consagrada a Dios. Un hombre culto que no esperaba tener el honor de ser el máximo responsable de la Curia romana y del cual dicen que su paso por el Vaticano era de transición, y así se ha demostrado. Hicieron falta dos fumatas negras antes de que el humo blanco hiciera su aparición en el cielo del Vaticano y Ratzinger se sentara en el níveo trono.
Hay voces que culpan de tal resolución a sus múltiples y variadas críticas, opiniones controvertidas que le han llevado a más de una contrariedad.
La no aceptación de la homosexualidad y la negativa hacia los matrimonios gays. El desacuerdo de la utilización del preservativo y su prevención contra el sida. Los desatinos y enfrentamientos con musulmanes y posteriores acercamientos con otras religiones. Los casos de abusos sexuales y de pederastia hacia menores por parte de sacerdotes en varios países. O la detención de su mayordomo por revelar y difundir documentos secretos.
Todas estas preocupaciones han llevado al Santo Padre a tomar, quizás la más difícil de las decisiones de su vida: rendirse y dar paso a alguien más joven y más sano al frente de una institución gerontocrática y llamada cariñosamente por sus habitantes “castus meretrix”, ya que nadie está libre de pecado.