Dicen que el rezo pudo ser la primera red social que existió, porque las personas conectan intercambiando peticiones o mensajes desde todas las partes del mundo.
Rezar parece ser que alivia el espíritu y la conciencia de los malos actos y pensamientos de los que el hombre lleva intentando desligarse desde que el mundo es mundo.
En un país multiconfesional donde convivieron las tres culturas y de las cuales aún hoy se sacan réditos turísticos de aquellas salvajes represiones y atroces expulsiones, nos encontramos con que se pide a gritos un nuevo Cid Campeador que frene el desmesurado avance de algo como es el derecho a vivir con dignidad en cualquier lugar que sea susceptible de ser trabajado.
Pero ya no hay héroes mercenarios que cambien de bando y de credo según convenga, como nuestro querido Rodrigo, ahora hay matones de pacotilla, que dicen ser defensores de la libre creencia religiosa, pero que en realidad buscan sus propios intereses, no sé si religiosos o políticos.
Desde una visión escéptica, puedo decir sin temor a equivocaciones, que la religión es personal e intransferible, íntima y subjetiva. De ahí que todo lo que esté relacionado con cualquier credo, será tomado con moderación y con mucha precaución.
El orgullo patrio sale a relucir cuando se muestra al mundo el patrimonio artístico y cultural que dejaron nuestros antepasados: tres culturas ricas y sabias que convivieron durante siglos en tierras íberas. Sin embargo, parece que retrocedemos en algo tan primordial como es la tolerancia a cualquier credo, raza o tendencia sexual.
Y así nos encontramos que en el año MMXVI de nuestro Señor, cuando el acervo nacional heredado, sirve para que millones de personas de todo el mundo nos visiten cada año, volvemos a tener miedo del pluralismo cultural y religioso, culpando de las desgracias de una crisis mística a aquellos que superan en religiosidad a los mismos que quieren exclusividad de credo.
Si se cuestiona la diversidad religiosa, sólo por sentirnos amenazados ante una hipotética invasión de fieles no católicos, se cuestiona también la libertad de miles de personas a las que cualquier dogma le es indiferente. No se puede dividir a la población en dos comunidades religiosas, o en dos términos: conmigo o contra mí.
La tolerancia y el respeto, son dos actitudes fundamentales para una convivencia en la que todos salimos beneficiados.
Quizás no sea necesario un Cid Campeador, ni un emisario de Roma o de la Meca para defender o guiar, porque no hay mejor defensa o mejor guia... que nuestra propia consciencia.